La Economía feminista es, justamente, el otro lado del espejo

8 sep

[Entrevista a Yolanda Jubeto Ruiz por Isa Díaz Marín]

Nos ha acercado a Honeyland con la precisión de una investigadora, aportando datos y anécdotas que han enriquecido la experiencia de ver este documental, que muestra, desde la más pura observación, la vida tranquila de Hatidze y su madre en una prácticamente despoblada aldea del Norte de Macedonia. Pero que muestra también el conflicto cuando las formas de entender la vida y la relación con el entorno de forma diversa. Yolanda dice ser optimista por necesidad vital, los muchos datos manejados en estos años de profesión no la desmoralizan, todo lo contrario, porque la realidad se está imponiendo, y aunque despacio, los cambios están en marcha. Tal vez trabajar diariamente para que esta marcha prosiga ayuda también a su optimismo.

Honeyland es una metáfora de lo que es capaz de hacer el ajeno sin respetar los saberes del lugar, en definitiva los efectos de ese Capitalismo depredador. Desde la economía feminista ya no habláis de que la dualidad Capital-Trabajo sino de la dualidad Capital-Vida, ¿es a esto a lo que os referís?

Sí, creo que Honeyland refleja ese conflicto tan fuerte entre el Capital y la vida. Y lo hace partiendo de lo local, lo sitúa todo en el territorio lo que creo que es crucial porque lo pone todo a un nivel muy familiar y que nos toca directamente. Nos dice cómo las lógicas capitalistas, extractivistas, explotadoras y depredadoras las tenemos muy internalizadas en el mundo urbano cuando solo pensamos que se pueden obtener todos los recursos naturales que queramos sin respetar ninguna lógica de los ritmos vitales, ni de la naturaleza, ni de las personas que quieren conservar la vida con sus propias dinámicas.

Me parece una metáfora del conflicto que estamos atravesando en estos tiempos tan convulsos. Creo que Tamara y Ljubomir han logrado llegar a una de las grandes claves a que nos estamos enfrentando ahora mismo, sostenibilidad o barbarie, capital o futuro.

Has dado ya varias ideas, pero ¿qué es la Economía Feminista? ¿Es algo que podemos entender la gente de a pie o es como la “otra” economía llena de términos intencionalmente complejos?

La economía convencional utiliza un léxico muy particular para que no se le entienda, y así parece que es la élite. Si traducimos esa terminología al castellano realmente es muy duro, los procesos de explotación y acumulación del capital, que se visten como productividad, riqueza, etc. y no se habla realmente de las bases de explotación en las que se sustenta.

yolanda en la puerta del ine

La economía feminista en cambio, lo que está diciendo es que nos tenemos que replantear completamente las lógicas. Y que tenemos que superar el capitalismo. Realmente si queremos sostener la vida, si realmente queremos que todos esos procesos tanto materiales como inmateriales en los que se fundamenta nuestra vida sean sostenibles, necesitamos tanto el cuidado mutuo como el autocuidado. Necesitamos respetar y ser muy recíprocos, compartir, colaborar, y ser conscientes de que somos muy ecodependientes e interdependientes. La vida es muy frágil, y somos muy vulnerables, pero al sistema capitalista no le gusta aceptar la vulnerabilidad de la vida. Para el capitalismo hay vidas prescindibles, por ejemplo las miles de personas que se mueren en el mediterráneo. Solo importan una serie de vidas y el resto, no importamos.

La economía feminista es justamente el otro lado del espejo.

Sería lo mismo que el ¿Ecofeminismo o la Economía Solidaria?

Está muy vinculado. Las autoras ecofeministas, aunque hay diferentes planteamientos, entran directamente en el centro de los planteamientos de la Economía feminista. La diferencia es que algunas autoras vinculan la vida exclusivamente con las mujeres, y en nuestro planteamiento los hombres tienen que cambiar y colaborar en este planteamiento feminista.

La economía feminista y la solidaria es clave unirlas porque supone la alternativa a la economía capitalista. Trabajar las bases desde lo local, cambiar las dinámicas de relación. Y sobre todo su concepto de trabajo que no significa solo empleo, sino todas las labores necesarias para la reproducción de la vida, y que los trabajos de cuidados estén insertos en la economía.

Los cuidados, cuestión ineludible si hablamos de la vida. Cuestión que ya siglos atrás Marshall planteó con la famosa paradoja de la criada. Si la cuestión viene de tan lejos ¿por qué nos está costando tanto atenderla?

Yo creo que ya la estamos empezando a poner encima de la mesa. Sobre todo con esta crisis vírica nos está poniendo muy en primer plano esta cuestión de los cuidados, tanto los remunerados como los no remunerados, el cuidado que se hace en las escuelas, en los hospitales, etc. y que mayoritariamente realizan mujeres.

El problema de la economía del cuidado es que ha estado muy devaluada durante siglos porque normalmente quien ha teorizado sobre ella ha sido la burguesía. Quien lo vivía como el servicio doméstico, bien fuera en pagado o como esclavos. [...] El imaginario colectivo que genera esta burguesía es que esos trabajos no tienen valor.

Y ha sido tan devaluado que incluso a la Economía Feminista le ha costado volver a resituar el valor que tenía. Porque incluso las teóricas feministas que venían más del marxismo, consideraban, que por un lado se mercantilizarían y por otro, gracias a la industrialización, ocuparían menos tiempo a las mujeres. Es decir, las mujeres siempre. No se veía que hubiera que superar la división sexual del trabajo, que estaba totalmente normativizada. Es algo que hemos vivido, que vivimos, incluso en nuestras casas, y que sepone muy de con la llegada de los hijos.

Pero en las últimas décadas es algo de lo que se está hablando mucho, inicialmente se planteaba mucho desde el tema del trabajo no remunerado. Y a medida que más mujeres se están incorporando al mercado laboral se habla también de en qué condiciones se está haciendo el trabajo remunerado en las casas: con mujeres migradas, inicialmente del ámbito rural, ahora sobretodo de países del Sur. Con una precarización total, incluso la ley de extranjería les obliga a estar trabajando en cuidados durante un tiempo. Realmente esta es una realidad muy perversa, que descualifica, desvaloriza e incluso esclaviza. Porque la semiesclavitud que existe en la actualidad está muy vinculada a los cuidados.

Todo esto está saliendo a la superficie, las mujeres que trabajan en cuidados remunerados cada vez son más conscientes, están más organizadas y desde el movimiento feminista también se está siendo más consciente por lo que está habiendo una revolución interna que tiene que trascender a todas las estructuras sociales para replantearnos nuestras lógicas de división de los tiempos, de las dinámicas y fundamentalmente replantearnos a qué le damos valor, que es una de las claves.

Este tiempo post-pandemia, puede ser un punto de inflexión con respecto a este tema, ¿crees que se está haciendo una reflexión seria sobre el asunto?

Creo que el ser humano tiene una tendencia a no cambiar nada. Creo que nos cuesta mucho aprender socialmente pero al mismo tiempo estamos aprendiendo continuamente. Así que como tenemos estas dos lógicas encontradas, esto nos lleva a tener que poner el tema en el centro. Habrá gente que no lo quiera ver, porque quiere volver a la “vieja” normalidad pero las personas que han estado viviendo en el centro de esta tragedia y todas las aliadas vamos a querer cambiarlo, porque ahora sí se ha visto que lo que se estaba teorizando es una realidad. La lucha del movimiento feminista y su alianza con otros movimientos sociales (sindicatos, ecología, economía solidaria), es el momento de las alianzas, va a se clave para que esto cambie. Así, que pese a las resistencias, yo siempre soy optimista.

Es importante y un suerte que personas que cuestionan y ofrecen planteamientos nuevos estén en ámbitos como la Universidad. ¿Crees que se están dando cambios en este sentido? ¿Se acerca cada vez más el saber académico a la realidad?

Creo que hay mucha gente joven que tiene ganas y necesidad vital de cambio. Tenemos algunos cursos, El Master de estudios feministas y de género, El Máster de economía social y solidaria, donde hay bastantes oportunidades para reflexionar. Por otro lado la facultad de Económicas es muy refractaria al cambio, pero lo irá haciendo. La Universidad no va a ser la primera que cambie, pero la tenemos que obligar a hacerlo.

 

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  • autor Isa Díaz Marín

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